A veces pensamos que la soledad es un tema de no estar acompañados, pero cualquiera puede padecer soledad crónica, desde un niño que cambia de escuela; un universitario que por sus estudios tiene que cambiar su residencia, trabajadores que por sus actividades y su carrera se sienten incapaces de mantener buenas relaciones con sus familiares y amigos; hasta padres que ven como los hijos se van del hogar o ancianos que por su movilidad limitada para realizar visitas a amigos y familiares se sienten que deben permanecer aislados
El sentimiento de soledad más común de lo que pensamos, según varios estudios internacionales, muestran que más de un tercio de la población de los países occidentales suele sentirse sola. La mayoría de estas personas pueden no ser solitarias por naturaleza, pero tienen la sensación de sentirse aisladas, aunque estén rodeadas de gente. La soledad primero hace que una persona intente conectarse con los demás, pero con el tiempo fomenta el retiro porque parece mejor que el sentimiento de rechazo, traición o vergüenza. Cuando la soledad se vuelve crónica, la gente tiende a darse por vencida. Pueden tener familiares, amigos o muchos seguidores en las redes sociales, pero llegan a perder empatía.
Una persona que se siente sola suele estar más ansiosa, deprimida llegando incluso a ser hostil, y es menos probable que sea físicamente activa. Debido a que las personas solitarias tienen más probabilidades de tener relaciones negativas con los demás, el sentimiento puede ser contagioso. Las pruebas biológicas han demostrado que la soledad tiene varios efectos fisiológicos: mayores niveles de cortisol (la hormona del estrés), mayor resistencia a la circulación sanguínea y algunos aspectos de la inmunidad. Y los efectos nocivos de la soledad no acaban con apagar las luces: la soledad es una enfermedad que no descansa, y la frecuencia de micro-despertares durante el sueño aumenta para que las personas se despierten exhaustas. La razón es que el cerebro siempre está alerta cuando percibe su entorno social como hostil e inseguro. La respuesta del cerebro solitario puede ser la supervivencia inmediata. Pero en la sociedad actual, tiene costos de salud a largo plazo. Cuando aceleramos constantemente nuestros motores, dejamos nuestro cuerpo exhausto, reducimos nuestras defensas contra los virus y la inflamación, y aumentamos el riesgo y la gravedad de las infecciones virales y muchas otras enfermedades crónicas.
Por ello es importante a estar atentos a nuestros familiares y amigos, la soledad si es una enfermedad y no solo un estado de la persona, y si nosotros mismos identificamos alguna de estas “señales de la soledad” debemos tomar en cuenta que la especialistas de la conducta puede ser necesaria y es mejor acudir a tiempo antes de que dichos síntomas traigan consecuencias más graves.